sábado, 10 de enero de 2015

El baúl de mis palabras ~ Eva

Buenos días librófilos, hoy estreno nueva sección "El baúl de mis palabras". En ella publicaré relatos cortos escritos por mí, que espero que os gusten y os ayuden a conocerme un poquito más. En el menú encontraréis un apartado de esta sección en el cual pondré un enlace a todos los relatos para que os sea más fácil localizarlos.
Os traigo el primero: Eva.





Estaba jugando a enroscarse el pelo entre los dedos mientras le miraba casi avergonzada. Y eso le volvía loco. Eva estaba en la otra punta del salón, pero aun así, Marco podía sentirla a su lado, podía notar su aliento en su oreja, sus uñas clavadas en su fuerte espalda, sus muslos rodeando su cuerpo. Sus labios pronunciando un te quiero.


Y desde entonces habían pasado cinco años, en los cuales no la había vuelto a ver, ni tocar; solo por aquellas dos palabras. 


Aún recordaba ese momento, cuando ella le dijo "Te quiero" y él simplemente la miró, le dijo adiós, y se marchó, dejando a la pobre Eva envuelta entre las sábanas, desnuda, sollozando sin parar. Pero él no había sentido nada por ella, simplemente se había marchado sin el más mínimo dolor en su corazón. 

Para él, Eva solo había sido un entretenimiento, una diversión, hasta el día en el que se separó de ella. Marco jamás se había permitido el lujo de amar a nadie, decía que sentir algo así era condenarse, sin embargo, después de unos días alejado de aquella chica de enormes ojos negros empezó a darse cuenta de lo que ésta significaba para él.


Se había enamorado de ella. Todo el esfuerzo de años de no amar a nadie, todo el dolor causado a la gente y a sí mismo, fueron en vano. Joder, estaba locamente enamorado que aquella chica, la echaba tanto de menos que se prohibió volver a verla, hasta ese día.


Ella estaba ahí en esa fiesta, a cien metros de él. El primer impulso de Marco fue salir corriendo de la sala, donde Eva no pudiese verle más, donde no pudiese leer en sus ojos sus sentimientos por ella, donde nada pudiese herirle. Sin embargo, ahí estaba él, con los pies clavados en el suelo, sin moverse, con la mirada fija en ella. 


Pero ella ya había dejado de mirarle hacía rato. Estaba hablando con mucha gente, riendo, bebiendo, disfrutando...y besando. Marco la vio besar a un chico algo más alto que él, más moreno, con el pelo más rizado y los ojos más verdes. 


Entonces comprendió lo estúpido que había sido dejándola escapar; y lo estúpido que había sido después por obligarse a no verla, a no llamarla, a no hacer nada con sus sentimientos. Se dio cuenta de que ahora ya no podría alcanzarla, de que no podría volver a sentir el roce de sus labios con los suyos, ni el tacto de su piel por la mañana nada más despertar. Ella era de otro, no era suya, y no podía recuperarla. No sabía por qué, pero cada día que pasaba la amaba más, y sin embargo, a la vez, cada día se había ido alejando más de ella.


La miró por última vez, mientras ella abrazaba a su actual novio. Marco se dirigió a la puerta, pensando en todo lo que había perdido sólo por una idea estúpida que había tenido acerca del amor, y que todo ello lo había llevado al fracaso. Jamás tendría de nuevo a Eva, y si ella no podía ser suya, no tenía sentido vivir.

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